La Biblia es considerada un "libro
sagrado" por varias de las religiones de occidente, pero no todo el
material que contiene es de carácter religioso, (incluye genealogías, censos,
leyes civiles, actos administrativos, etc.) sino que tiene valor histórico y literario.
Es un conjunto de libros cuyo número varía según el canon.
La palabra "Biblia" viene del griego
"Bibliae" plural de "Biblos", que significa libros o rollos
de papiro. Su título es una mala traducción, con un nombre femenino singular,
se designa a un conjunto de libros (a un neutro plural), tal vez porque ayuda a
mantener la idea de unidad. A este conjunto de libros que los cristianos llaman
"sagradas escrituras", son un total de setenta y tres, están
divididos entre Antiguo y Nuevo Testamento.
Además se les ha dado el nombre de Libros
canónicos (del griego canon: instrumento para medir, norma o regla de conducta
en el orden moral) para designar los libros que la fe y la tradición
reconocieron como inspirados y santos. No todos los libros del Antiguo y Nuevo
Testamento fueron señalados desde el primer momento por la Iglesia como
canónicos. Por eso se dicen protocanónicos los reconocidos primeramente y
deuterocanónicos los que lo fueron más tarde. El vocablo canon tiene origen del
griego kanon que es de origen semítico. En el hebreo la palabra qaneh que
significaba caña, la que era utilizada por albañiles y carpinteros como una
regla para tomar medidas. En la era cristiana, adquirió un sentido metafórico
para referirse a las normas de fe y doctrinas.
Tres lenguas han sido usadas en la composición
de la Biblia, ellas son el hebreo, arameo y griego. El hebreo es de origen
semita, su sistema de escritura no representa las vocales, en una época
posterior, se inventaron signos gráficos para designarlas.
HEBREO
El
Antiguo Testamento fue escrito en casi su totalidad en hebreo. El hebreo
pertenece a la familia de las lenguas semíticas, que geográficamente cubrían
desde el Mar Mediterráneo hasta las montañas al este del valle del río
Eufrates, y desde Armenia (Turquía) en el norte hasta el extremo más austral de
la península de Arabia. Se distinguen como sureños (arabe y etíope), orientales
(acadio) y noroccidentales (arameo, siríaco y cananeo). Entre las lenguas
cananeas destacan: el hebreo, fenicio, ugarítico y moabita. El alfabeto hebreo,
llamado alefato, consta de veintidós consonantes y carece de vocales. La
inclusión de vocales (para ayudar a preservar su pronunciación) fue hecha por
los masoretas en el siglo V d.C. Ejemplo: El vocablo original utilizado en
Éxodo 3 con el cual Dios se revela a Moisés es YHWH, que posteriormente se
escribió como Yahweh. En versiones protestantes se utiliza Jehová, que es la
transcripción castellana del nombre de Dios. El hebreo, como todas las lenguas
semíticas, se escribe de derecha a izquierda.
ARAMEO
Pequeñas
porciones fueron escritas en arameo: Esdras 4:8-6:18; 7:12-26; Daniel 2:4-7:28;
Génesis 31:47 y Jeremías 10:11. Se desconoce su origen, pero se sabe que se usó
desde tiempos antiguos y se cree que se introdujo entre los judíos, de forma
gradual, en el período del exilio babilónico y se continuó usando hasta el
período romano. En tiempos de Jesús, el idioma popular en Palestina era el
arameo. Pero el idioma comercial e internacional era el griego, el cual ayudó a
la rápida expansión del Evangelio.
GRIEGO
El griego clásico, en su apogeo entre los
siglos V y IV a.C., destaca como idioma por su riqueza y sutileza en la
expresión de ideas y conceptos filosóficos. Con las conquistas de Alejandro
Magno se difunde la cultura helénica y la lengua griega, llegando a ser el
idioma internacional de la época. Aunque el idioma multicultural no viene a ser
el griego clásico sino el griego koiné (común) que es una variante del
original, pues se populariza y simplifica, pero mantiene gran parte de su riqueza
que ayudará a expresar los fundamentos teológicos del Nuevo Testamento. El
Nuevo Testamento casi en su totalidad fue escrito en griego koiné, pero con
algunos matices semíticos por la influencia judía de sus autores.
Probablemente, el Evangelio de Mateo haya sido originalmente escrito en arameo
y posteriormente traducido al griego. El griego es una lengua indoeuropea y
reproduce los sonidos consonantes y vocálicos. Se escribe de izquierda a
derecha.
Los rollos se guardaban en grutas, cuevas o
bajo tierra, estando expuestos al deterioro provocado por la humedad. Esa fue
la razón por la que posteriormente se comenzara a usar el pergamino, elemento
más consistente, de cuero animal; con este procedimiento se fabricaron los
primeros libros o códices. Los manuscritos que se poseen actualmente son los
del llamado "texto masorético" Los masoretas fueron eruditos judíos
que se dedicaron a la fijación del texto.
El canon hebreo fue el de los judíos de
Palestina que no admitieron los libros llamados "apócrifos" que son
los que se consideran dudosos, en cuanto a su inspiración, aunque los
admitieron como lectura edificante. Los hebreos consideraron inspirados sólo a
treinta y nueve libros del antiguo testamento. En este canon el criterio que
utilizaron para ordenar los libros fue cronológico, pero no es seguro que se
haya logrado. En la primera parte del canon aparece el Torá o Ley, parte en la
que coinciden todos los cánones; en la segunda parte, Primeros o Nebium; y en
la tercera, los llamados "Escritos" o Ketubiim.
La mayor división que encontramos en la Biblia
es entre Antiguo y Nuevo Testamento, el vocablo "testamento" es una
mala traducción de la palabra griega "diatheke"; ésta debería
significar pacto o alianza, antiguo o nuevo pacto. Esta literatura se sustenta
justamente en estas alianzas, que eran una especie de acuerdo entre Dios y el
pueblo hebreo, a través de un representante; fundamentalmente encontramos tres.
En primer lugar, la llamada "antigua alianza" que es la realizada
entre Yahvé y Abraham en representación del pueblo. Dios se comprometía a
brindarles protección y ayuda constante, la tierra prometida, una descendencia
muy numerosa y señorío sobre las demás naciones. El pueblo hebreo por medio de
Abraham, se comprometía a la fidelidad y aceptación de la voluntad divina. Cada
alianza necesitaba de una demostración de acuerdo, y ésta era por medio de la
sangre. En este caso, el rito, era la circuncisión, por medio de la cual se
selló el pacto.
La segunda alianza es la realizada entre Yahvé
y Moisés en el Monte Sinaí, en ésta se ratifica la primera y el sello de dicha
alianza fue por medio de un cordero. La tercera sería la realizada entre Dios y
la humanidad, cuyo representante fue Jesús. Este pacto habría sido confirmado
mediante la crucifixión de Cristo, su derramamiento de sangre.
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